Si hay algo que nos caracteriza a nosotros, los seres humanos, es nuestro instinto natural (y la mayoría de las veces imperceptible) de prevalecer. Sentimos dentro de nosotros mismos la apremiante necesidad de dejar nuestro legado a la posteridad, una marca de nuestro paso por el mundo.
Este deseo es el impulso vital que nos mueve a realizar
muchas de las cosas con las que nosotros estamos acostumbrados a tratar todos
los días: por esto los escritores redactan libros, los pintores plasman sus
ideas en el lienzo blanco, los músicos componen melodías y canciones, los
científicos investigan y revelan sus descubrimientos…e incluso, es por este
mismo deseo que simple y sencillamente actualizamos nuestro estado en Facebook, Twitter o cualquier otra red social. Queremos que nos escuchen, que la gente
sepa de nosotros, que estamos vivos.
En este sentido somos muy parecidos a los artistas:
deseamos que se nos escuche, anhelamos que nuestra creación dure y que no se
pierda en el olvido. Artistas en el arte de vivir. Pero en mi opinión, el
hombre mismo es el artista más especial del Universo, ya que es al mismo tiempo
artista y arte.
¿Cómo es esto? Imaginemos que el hombre es, como ya he
dicho, un artista, y su cuerpo es un bloque de mármol en el que va tallando,
puliendo y esculpiendo su propia forma con el pasar de los años.
En el principio de nuestra existencia, somos resultado de
la crianza de nuestros padres o tutores, que pueden considerarse aquí como los
primeros “escultores” que poco a poco van dándonos nuestra forma, ellos son los
primeros que nos moldean, y cuya influencia se observará durante el resto de
nuestras vidas.
Cuando comenzamos a tener consciencia de nosotros mismos,
también nos damos cuenta de los primeros trazos que han hecho en nosotros y que
nos están empezando a dar forma.
Entonces llega un momento durante la niñez en
la que tenemos la suficiente fuerza como para empezar a esculpirnos siguiendo
los trazos que han hecho previamente los demás. Sin embargo, es aquí donde cada
quien empieza a tomar decisiones sobre sí mismo y a darse la forma que elige.
Comenzamos a formarnos nuestra propia identidad, que es
única entre todas las demás. No hay una escultura igual a otra.
En este momento crítico durante la vida, la escultura
sufre muchos cambios, cambios repentinos que muchas veces generan confusión. De
pronto sufre una serie de transformaciones sorprendentes, una más grande que la
otra, pero que van dejando ver poco a poco un diseño mejor, más sólido, más
hermoso. A esto le llamamos adolescencia.
Superado este momento, ya tenemos nuestra forma bien definida,
somos una obra consolidada. Entramos en
la adultez.
Es entonces cuando nosotros podemos tener hijos, los
cuales esculpimos tomándonos a nosotros mismos como referencia, un reflejo de
nuestra propia forma. Es así como una parte de nosotros perdura, a través de
nuestros hijos.
Sin embargo, no sólo esculpimos a nuestros hijos, también
ayudamos a otros a esculpirse y purificar su granito, como a nuestros amigos,
familiares y todas aquellas personas con las que interactuamos profundamente.
Esta es otra forma en la que perduramos.
Y por supuesto, no podemos dejar de lado todas las demás
obras que hacemos durante nuestra vida, nuestro trabajo, nuestros
pasatiempos…todo eso es lo que queda de nosotros para los demás. El hombre no
es nada, su obra lo es todo.
¿Y por qué la escultura siempre cambia? ¿Por qué no
simplemente se crea en su forma definitiva, suprema y maravillosa? Porque la
escultura, es decir, el hombre, no nace perfecto, sino que durante toda su vida
se perfecciona e intenta tomar lo mejor para sí. Por eso la escultura siempre
cambia, siempre se pule, siempre se remodela. El arte de la vida.
¿Y entonces por qué busca el hombre la perpetuidad? ¿Qué
es lo que lo lleva a querer persistir en la memoria de las generaciones
venideras? El hecho de que su existencia es efímera, como todo árbol que muere,
como todo río que se seca, como toda piedra que se desmorona, así es la
escultura del hombre.
En efecto, una vez llegada la plenitud de la escultura
humana, comienza unos años después, una especie de extraña erosión que poco a
poco va desgastando su mármol. Las facciones comienzan a desvanecerse, los miembros
empiezan a flaquear, el cuerpo se va debilitando.
Y así continúa pasando el tiempo, mientras la escultura
envejece cada vez más y más. Y a pesar de esto, muchos dicen que es la edad más
hermosa, porque ya se conoce el mundo, ya se ha visto mucho, y se sabe apreciar
la belleza del Universo.
Finalmente, llega el día en que la escultura alcanza la
etapa final, y termina por reintegrarse al polvo, a la tierra de la que un día
salió, y de la cual estaba hecha.
Pero aun así, si la escultura fue bella, si tocó y
conmovió el corazón de alguien, entonces no ha desaparecido. Y solo el día que
sus obras y sus recuerdos sean completamente olvidados, entonces solo ese día
podrá decirse que ha muerto.
Esa es la historia de las esculturas vivientes, artistas
que son arte, porque se dan forma a sí mismos. Esa es la historia del hombre.
El hombre es una escultura. El granito es su cuerpo, y el
artista su alma.
¡Enhorabuena por tu nuevo blog amigo!
ResponderEliminarMe sentí muy identificado con el artículo.
Muchas gracias por tus felicitaciones, espero durar buen rato en esto de la blogósfera.
Eliminarwooo. yo me considero a mi mismo alguien que da "amor" incondicionalmente me gusta sonreir. me gusta dar cariño , y en mas de alguna ves e logrado que ciertas personas sean mas comprensivas. en fin~ me gusto bastante tu articulo~ , y me gust obastante esa analogia de que somos escultores nunca lo habia pensado asi, siempre vi a la gente mas como profesores o alumnos. unos mas autodidactas, otros conformistas, y otros que siempre enseñan algo nuevo
ResponderEliminarEn efecto, yo creo que la analogía con las estatuas funciona porque así como hay forma ilimitadas en que puedes encontrar una estatua así también puede encontrar formas infinitas de una persona. Me alegra que te haya gustado, espero verte pronto por aquí de vuelta. ¡Muchas gracias por leer!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHector muchas felicidades por este espacio que haz abierto y muchisimas gracias por permitirnos expresar lo que pensamos acerca de lo que escribes quiero que sepas que estoe sorprendido realmente eres bno,espero que sigas con esto un bn rato y no dudes que te recomendare ;)
ResponderEliminarMuchas gracias por tus felicitaciones Manuel, me da gusto que te guste mi blog. Pronto se vienen más cosas. Muchas gracias por recomendarme y no dejes de comentar todo lo que quieras, que es eso lo que me da ánimos. ¡Un saludo! :D.
EliminarVaya que tienes razón, no es que tan "perfecta", "bella" o "grande" puede llegar a ser la escultura de tu vida, sino el impacto que causas en las esculturas de los demas:)
ResponderEliminarMuy buen artículo!
Gracias, Nahúm. Y así es, lo importante es lo que le dejas a los demás, que es al final por lo que te recuerdan. Me alegra que te gustara. ¡Saludos! :D.
Eliminarinterezante articulo, me gustan estos temas :B saludos
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Zauber. Próximamente se vienen más cosas, ¡saludos! :D.
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